Un respeto para la fábrica de Cruzcampo

Cuando se escriben estas líneas probablemente no haya terminado todavía la reunión del alcalde con varios arquitectos de reconocido prestigio –Norman Foster, Vázquez Consuegra, Jean Nouvel y Arata Isozaki- para analizar el futuro de los terrenos de Cruzcampo, sitos en la avenida de Andalucía.

Probablemente el alcalde estará proponiendo a estos arquitectos la construcción de algún edificio emblemático que lo encumbre para la posteridad, pero yo quisiera dirigirme a ellos diciéndoles que respeten el legado de los trabajadores y los empresarios sevillanos, porque aunque queremos una ciudad competitiva, cosmopolita y contemporánea, en el sentido artístico del término, la fábrica de Cruzcampo, queridos navegantes, pertenece al patrimonio industrial de Sevilla y por lo tanto merece un respeto.

En el Plan General que se acaba de aprobar no se establecen políticas urbanísticas que compaginen diferentes funciones que hagan compatibles los usos residenciales, productivos y de ocio y cultura. ¡Qué mejor momento que éste para reclamar la instalación de nuevas industrias no contaminantes, de nuevas tecnologías, para la creación de nuevos empleos y así, de camino, revitalizar espacios históricos como éste!

Aunque los sevillanos nos hemos quejado mucho de la escasa tradición industrial de nuestra ciudad, ello no debe llevarnos a menospreciar nuestro patrimonio arquitectónico industrial que fue, si no como el vasco y el catalán, sí muy importante hasta los convulsos años 30 del siglo XX. Ahí están los ejemplos de la fábrica de vidrio de la Trinidad, la fábrica de Artillería, Astilleros, Tabacalera, Santa María de las Cuevas o la fundición de Narciso Bonaplata en el antiguo convento de San Antonio.

La cultura de nuestros días ha asumido ya que los testimonios del mundo del trabajo pueden pasar a formar parte del patrimonio histórico. De este modo en las principales ciudades de Europa se multiplican las iniciativas tendentes a rehabilitar, proporcionando nuevos usos útiles para la sociedad, las antiguas fábricas, almacenes, centrales eléctricas o estaciones ferroviarias. De esta manera emergen con fuerza en el nuevo paisaje urbano estos "objetos industriales" hasta ahora desconsiderados, desclasificados y desvalorados. En Bélgica, por ejemplo, se dan facilidades a los jóvenes para que monten cooperativas y habiliten espacios industriales. Ese programa en Lieja se llama “Yo vivo en una fábrica” ¿Por qué, amigos bloggeros, no podemos hacer eso en Sevilla?

Antonio Rescalvo

Artículo leído el lunes 25 de septiembre en Punto Radio
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